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Los que siempre están

Los que siempre están

Está feo que yo lo diga, pero me considero una persona bastante sociable, aunque la primera impresión que doy a la gente es de una persona demasiado seria y poco accesible; aunque esa primera impresión apenas dura unos minutos, o por lo menos eso es lo que me dicen………

Pero no siempre fue así……….Cuando era pequeña, en el colegio, no tenía demasiados amigas (ELLOS, no existieron en mi mundo hasta casi la adolescencia). Me llevaba bien con todas, pero mi grupo de “íntimas” era pequeño. Por eso, cuando mi hermana contaba a sus amistades y no le llegaban los dedos de las manos, siempre me sentía extraña y hasta pensaba que poco sociable. Pero entonces, la sabia voz de mi madre apostillaba: “los amigos, siempre pocos, pero buenos”. Y aquellas palabras hacían que dejara de sentirme como un bicho raro.

La cosa cambió cuando llegaron los últimos años de colegio, de repente me poseyó el espíritu de la popularidad (me sentía como Brenda la de Sensación de Vivir) y no me llegaban las hojas de la agenda para anotar tanto número de teléfono de niñas de mi clase  (ELLOS todavía no existían en mi universo sexista). Empezó la época de salir los sábados por la tarde (básicamente a gastar suela por el centro de la ciudad), después llegó la experiencia universitaria (descubrí a los ELLOS y aprendí a jugar a casi todo lo jugable con cartas de la baraja), luego fue la época de “opositora a casi todo” y, por fín, la independencia económica con mi entrada en el mundo laboral. Como todo el mundo, son etapas en las que vas conociendo gente que, según el momento, te ayudan a protagonizar parte de tu vida; gente que crees que serán importante siempre y que, como a todo el mundo, con el paso de los años, ni recuerdas sus nombres.

Resulta curiosa la forma en que el término “amigo” puede llegar a significar diferentes cosas a lo largo de la vida, quizás porque no empleamos adecuadamente esa bonita palabra, acudimos a ella con demasiada facilidad, cuando debiéramos limitarla al máximo en nuestro lenguaje.

Pero ¿resulta fácil distinguir a un AMIGO de un conocido, o colega, o compañero, o un cómplice puntual? ¿Cuáles son las características que hay que diferenciar? ¿Hay un mínimo establecido, en cuanto a tiempo a compartir, para alcanzar tal privilegio? ¿Lo importante son las vivencias? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

Para mí, sigue siendo un misterio esto de la amistad. Lo que sí tengo claro es que, aquellos afortunados a los que llamo “amigos”, lo son,  después de haber pasado un duro casting y espero que, cuando sea una anciana venerable con las facultades mentales intactas, sigan mereciendo el título (lo mismo en caso de padecer una vejez babeante, claro)

 ¡¡ Os quiero !!

2 comentarios

La rubia -

Yo también te quiero, Brenda!!!

Yoly -

Comparto lo suscrito! Y conste que a mi me pasa lo mismo, los amigos se cuentan con los dedos de una mano. Conocidos, muchos; amigos, pocos pero muy buenos